Me siento invadida por una profunda oscuridad. Hurgar en los rincones de mi casa y encontrar tus recuerdos no me ayuda. Ya no son las sombras de nuestro pasado las que pesan en mi, ni el eco lejano de nuestras risas diluyéndose en el silencio, tortuoso, lapidario. Son tus cartas, tus notas, tus frases colgadas que jamás convertiste en canciones. Son los dibujos de unas vacaciones, de las aves que sobre nosotros volaron, esos cóndores suicidas destrozándose contra las rocas, decididos a morir antes que vivir en soledad. No, no vale la pena morir de amor. Recuerdo nuestra desesperación al verlos, nuestro llanto desatado que ninguno supo comprender. Recuerdo la fuerza de tu mano sujetando la mía, tu voz quebrada pidiendo que nunca te deje, que sin mí la vida no es vida. No, no vale la pena morir de amor. Pero acá, en casa, reina la oscuridad. Revisar en el pasado nunca es bueno, no puede ser bueno, por lo menos hoy no. Veo cadáveres, fantasmas de alguien que vive y que dejó de existir hace tiempo: yo. Son los cuerpos de todas mis versiones pasadas que no volverán jamás. Son todas las partes de mi que nos encargamos de asesinar, de despellejar, en silencio, siempre en silencio, sin que pronunciemos palabra. Hoy, en casa, no es un día de fiesta: me di cuenta que llegué con todo y me voy sin nada.
e.
Entradas
0 comentarios:
Publicar un comentario