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Tengo un mostruo en mi departamento. Bastante descortez pues me acosa constantemente.

No me soporta y no tiene imconveniente en demostrarlo. Es el encargado de marcar cada uno de mis defectos, de las cosas que detesta de mi... como si fuera esa su función en la tierra.

Éste bicho peludo me despierta con sus cantos de espanto todas las mañanas. Me mastica los dedos, me rajuña los brazos, me raspa con su lengua lastimosa. Sigue cada uno de mis pasos, chillando constantemente como si quisiera expulsarme de mi propia casa. Ultimamente se mete en la ducha cuando me baño, inescrupuloso él que detesta las minúsculas gotas de agua...

Irrespetuoso. Me roba la comida, bebe de mi vaso, me esconde los anillos e insiste con destruír los pocos aparatos de comunicación con el mundo exterior. Me tira las lapiceras al escribir, se sienta encima de mis apuntes al estudiar, me come las flores y me rompe los sillones.

Me controla. Sigue con su mirada juzgadora cada uno de mis movimientos. Me mancha las paredes con huellas de un pasado violento, inhunda el ambiente con aromas sulfúricos e intoxica con su aliento. Pero, aparentemente, solo se comporta así en mi presencia. En los momentos donde brillo por mi ausencia, reposa su cuerpo en mi almohada, como si fuera un pedazo de angel caído del cielo... y descanza. Éste ser detestable recupera sus energías en mi propia cama! Pero cuando llego arremete nuevamente contra mi, con toda su furia, luego de hacerme caer en su trampa, al fingir estar feliz de verme.

También es partidario, pues cuando me peleo con su dueño lo defiende ciegamente. Me grita exigiendo mi silencio, me pega manotazos, me clava sus garras y hace sangrar mis miembros.

En mi departamento tengo un mostruo voraz. Incansable. Inaguantable. Muy poco recomendable. Pero que, mientras escribo sobre él, saltó contra mi espalda para darme en la cara un beso sorpresa. Creo que en el fondo me ama. Y hace todo lo posible para que no lo descubra.

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